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La banca amiga

Narcís Sánchez, representante de la Universitat Internacional de la Pau en FETS

Narcís Sánchez no es como los otros banqueros. Es diferente. Un hombre de finanzas que cuando abandona la ventanilla empieza una nueva vida. Un renacer diario en el que cambia los tipos de interés y las cuentas de ahorro por la obra social.
Me citó en una de las salas del local de la Universitat Internacional de la Pau, la organización en la que colabora hace ya casi dos años. Desde un pequeño piso del centro de Sant Cugat del Vallès, entre cuadros descolgados y estanterías repletas de archivadores, esta fundación trabaja por la paz y por la convivencia. Él la representa en FETS (Finançament Ètic i Solidari), una asociación que agrupa a más de cincuenta entidades catalanas que trabajan a favor de un nuevo concepto de banca, la banca ética.
Nos sentamos alrededor de una mesa que ocupaba casi toda la habitación. Un lugar algo desordenado, repleto de ficheros, libros... Varias hojas de papel con anotaciones, el cuestionario que me había hecho enviarle y el libro “La banca ètica: molt més que diners”, una de las pocas obras que se han escrito en nuestro país sobre el tema, le acompañarían a lo largo de la conversación. Tras mirarme y cruzarse de brazos, supe que ya estaba preparado. Ya podíamos empezar.
Lo primero que le pregunté fue cuál era el origen de este fenómeno. Tras unos segundos, empezó a relatar. Muchas de las primeras entidades éticas -según sus palabras- nacieron auspiciadas por instituciones religiosas. Después de la Guerra de Vietnam, en Estados Unidos hubo unos movimientos sociales muy importantes que “presionaban a la Iglesia” para que no colaborara en la financiación de toda la maquinaria militar del Estado. “A partir de esto se creó Oikocredit”, acabó precisando.
A la hora de explicar las diferencias que existen entre un banco ético y un banco tradicional, Narcís Sánchez intentó resumir lo que podía haber estado horas contando. Los dos objetivos básicos de un banco ético son que todo lo que haga tenga un impacto social positivo y ganar dinero para que el banco “tenga viabilidad de futuro”. Lo contrario que en los bancos convencionales, donde lo que justifica su existencia es ganar dinero, y donde la idea de los accionistas es “obtener beneficios y remuneraciones de sus acciones”. Después de esta respuesta no podía evitar preguntarle si todo eso lo hacían sin pedir nada a cambio, una práctica poco habitual en el mundo de las finanzas. “¿A cambio de nada?”, me preguntó. “¿El banco ético?”, siguió diciendo. Su respuesta fue rotunda: “Sí”. De todos modos, a mí me parecía, cuanto menos, raro. “No es tan extraño”, continuó. “Cualquier persona que participa en una ONG, en principio, lo hace por nada. De hecho, es un egoísmo. En realidad, lo hace para sentirse bien”, comentó esbozando una pícara sonrisa que lo delataba.
En lo que no es tan diferente un banco ético de los tradicionales es en su gestión. De esta tarea se encargan banqueros. Lo que pasa es que no se trata de un banquero “tradicional”. No busca el beneficio económico, sino el beneficio social. Son, además, banqueros que están “muy vinculados a organizaciones sociales”.
Sobre el fin de la banca ética, sobre si debe sustituir a largo plazo a la banca convencional expuso que eso sería “muy, muy a largo plazo”. Él cree que a corto plazo el objetivo que tiene la banca ética es complementar a la banca tradicional, para dar cobertura a quien no tiene acceso a ella. “Todo el mundo puede abrir una cuenta en un banco, pero no todos tendrán acceso a un crédito”, ejemplifica. Un banco ético sí que puede permitírselo, porque los sistemas de evaluación de riesgos que utiliza son diferentes. El sistema que tiene un banco son las garantías económicas que obtiene del proyecto o de la persona. Un banco ético, normalmente, todas las inversiones que realiza las hace “acompañando” a la persona o sociedad que pide la financiación. Colabora, en muchos casos, con las personas que piden el dinero, orientándolas en cómo deben hacer las cosas, revisa el proyecto… “Pero si no tiene viabilidad económica le dice que no, porque tampoco dice que sí a todo”, acabó confesando.
Cualquier persona que oiga hablar sobre la banca ética puede poner en tela de juicio la credibilidad de esta iniciativa, pero Sánchez cree que el problema es más llegar a la gente y que conozcan el proyecto que la credibilidad social, porque, según él, la banca ética se crea alrededor de unas organizaciones sociales y, por tanto, la credibilidad, de entrada, “ya la tiene de estas asociaciones”.
Este tipo de banca también tiene mucho de filosofía. Una manera de hacer que, como su nombre indica, se rige por unos principios éticos. Un financiamiento ético es el que se hace en base a dejar un dinero a personas que lo necesitan, que no tienen acceso al crédito de ninguna otra manera, o el que se hace a unas actividades determinadas que, por sí, son éticas: “Ecología, ayuda al Tercer Sector, al Tercer Mundo…”, enumera. Un ahorro ético es el que se hace con unos objetivos determinados, pero ligados a la ética. “Es decir, el de un ahorrador que no quiere que su dinero vaya a parar a unas determinadas actividades que él no considera lícitas ni éticas”, apunta. La ética de la inversión y del ahorro sería el hacer funcionar las cosas de acuerdo a unos principios sociales o éticos que cada uno considere aceptables. Una inversión en fábricas de armamento no puede ser “una inversión ética”, por mucha gente que la haga. “Eso sería para mí la ética de las inversiones, la que considera el objetivo final”, resume.
Para saber que el dinero no proviene de actividades ilícitas, los bancos éticos utilizan unos cuestionarios que hacen a sus clientes. “Cuando una persona abre una cuenta en una entidad, el banco debe asegurarse de donde viene ese dinero”, remarca. No obstante, un banco ético, aunque no lo parezca, también pide intereses y comisiones, porque tampoco quiere ser una entidad de “concesiones y subvenciones”, ya que cuando se acabara el dinero de las subvenciones, también se acabaría el banco ético. “Y lo que quiere es subsistir”, subraya. “Necesita ganar dinero, porque si tuviera pérdidas se le retiraría la licencia del Banco de España”.
Otro aspecto valorable de este nuevo concepto de banca es la confianza que deposita sobre sus usuarios a la hora de conceder créditos. Sabe que le devolverán el dinero, porque acompaña mucho a los clientes. Es más, Narcís dice estar convencido de que mucha gente habría dejado de pagar antes la cuota de un banco normal que la de un banco ético. “Te han ayudado a poder vivir, y eso es un contrato emocional entre el banco y la persona”, certifica orgulloso.
Aunque él trabaja en el sector, se muestra crítico con los bancos tradicionales que empiezan a ofrecer productos éticos. “En finanzas la banca ética vende igual que la marca ecológico en un colmado”, opina. A veces, se ponen “atributos” a productos financieros o alimentarios que no se corresponden con la realidad. “Pero bienvenidos sean. Contra más productos éticos haya en la banca tradicional, nosotros más contentos estaremos”, aclara.
En FETS trabajan por la creación de un banco ético en Cataluña, un proyecto que se encuentra “bastante avanzado”. De hecho, se hará en breve una sociedad limitada que ejercerá de agente de Banca Populare Ética -un banco ético italiano- que tendrá, en principio, dos puntos de contacto con sus posibles clientes: uno en el País Vasco y otro en Cataluña. Él lo tiene claro. No lo duda. Estaría dispuesto a trabajar en esta nueva entidad siempre que el sueldo le permitiera llevar una vida digna. “Aunque estoy convencido de que sería bastante inferior al de la banca tradicional”.
Fets-Finançament Ètic i Solidari

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